Por fin se ha encontrado una explicación científica para la misteriosa capa de dióxido de azufre que se extiende a gran altitud en la atmósfera de Venus. Además de proporcionar más información sobre este planeta, nos advierte de los riesgos de la inyección de sulfuros en nuestra atmósfera como posible medida para mitigar el cambio climático.
Venus está cubierto por nubes de ácido sulfúrico que nos impiden observar su superficie. Las nubes se forman entre los 50 y los 70 km de altitud, cuando el dióxido de azufre procedente de los volcanes se combina con vapor de agua para formar gotas de ácido sulfúrico. Cualquier resto de dióxido de azufre a más de 70 km de altitud sería destruido rápidamente por la intensa radiación solar.
Es por este motivo que cuando la sonda Venus Express de la ESA descubrió en el año 2008 una capa de dióxido de azufre entre los 90 y los 110 km de altitud, la comunidad científica se quedó atónita. ¿De dónde procedía ese dióxido de azufre?
Recientemente, las simulaciones realizadas por Xi Zhang, del Instituto Tecnológico de California, Estados Unidos, y por sus compañeros de América, Francia y Taiwán muestran que algunas gotas de ácido sulfúrico podrían evaporarse a gran altitud, dando lugar a ácido sulfúrico gaseoso que sería disociado por la radiación solar, liberando nuevamente moléculas de dióxido de azufre.
“No esperábamos encontrar esta capa de sulfuros a gran altitud, pero ahora somos capaces de encontrar una explicación”, explica Håkan Svedhem, Científico del Proyecto Venus Express para la ESA.
“De todas formas, estos descubrimientos indican que el ciclo atmosférico del azufre es mucho más complicado de lo que se creía”.
Estas conclusiones nos permiten comprender mejor la dinámica atmosférica de Venus, pero también nos advierten de que ciertos mecanismos para mitigar el cambio climático en la Tierra podrían no ser tan efectivos como se pensaba inicialmente.
El ganador del premio Nobel Paul Crutzen propuso recientemente inyectar grandes cantidades de dióxido de azufre en la atmósfera terrestre, a unos 20 km de altitud, para contrarrestar el calentamiento global producido por los gases de efecto invernadero.
Su propuesta se basa en la observación de grandes erupciones volcánicas, en particular de la erupción en el año 1991 del Monte Pinatubo en Filipinas, que inyectó una gran cantidad de dióxido de azufre en la atmósfera. Al alcanzar los 20 km de altitud, el gas formó pequeñas gotas de ácido sulfúrico concentrado, similares a las que se observan en Venus, que se distribuyeron por toda la Tierra. Las gotas formaron una especie de neblina que reflejaba parte de la radiación solar hacia el espacio, reduciendo la temperatura del planeta en unos 0.5°C.
Sin embargo, los estudios sobre la evaporación del ácido sulfúrico en Venus sugieren que esta propuesta para enfriar nuestro planeta podría no ser tan efectiva como se pensaba inicialmente, ya que se desconoce a qué velocidad la neblina protectora se transformaría de nuevo en ácido sulfúrico gaseoso, que es transparente y puede ser atravesado por la radiación solar.
“Debemos estudiar en detalle las consecuencias potenciales de una capa artificial de sulfuros en la atmósfera terrestre”, comenta Jean-Loup Bertaux, de la Universidad de Versailles-Saint-Quentin, Francia, Investigador Principal del sensor SPICAV a bordo de Venus Express. “Venus presenta una enorme capa de sulfuros en su atmósfera, por lo que todo lo que aprendamos sobre nuestro planeta vecino podría ser aplicable a la geoingeniería de nuestro planeta”.
De hecho, la naturaleza ya está realizando el experimento por nosotros, y Venus Express nos permite conocer los resultados sin necesidad de experimentar con nuestro propio planeta.
Fuente: ESA